MEDITACIÓN CLVI
(4 DE JUNIO)
Sobre el amor de las alabanzas.
Punto 1°.- La vanidad nos hace amar las alabanzas. La mayor parte de los hombres las
desean con tanto ardor, que es casi la única recompensa que quieren tener de
sus trabajos y de sus penas. No les
basta haber hecho una acción digna de alabanzas, sino que quieren ser alabados
por ella; no se contentan con tener talentos y virtudes, quieren también que
todo el mundo lo sepa, y que todo el mundo se los diga.
Punto 2°.- Falsedad de la mayor parte de las alabanzas
que se dan o que se reciben en el mundo. Estas alabanzas son falsas por su objeto o por su principio. 1°.
Por su objeto porque se alaba lo que no merece ser alabado, como la prodigalidad
excesiva, la falsa grandeza y las falsas virtudes. 2°. Por su principio se
alaba por atraerse las alabanzas recíprocas, por ganar, por seducir a aquellos
que son los distribuidores de las gracias y los árbitros de la fortuna. Acordaos que si la verdadera virtud es
esencialmente laudable, no quiere nunca ser alabada; que cesa de merecer las
alabanzas, tan luego como las busca; y que nunca es más digna de ellas que
cuando está más atenta a evitarlas, y más mortificada al oírlas.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me
prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y
que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.
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