sábado, 25 de junio de 2016

MEDITACIÓN CLXXVIII (26 DE JUNIO)



MEDITACIÓN CLXXVIII
(26 DE JUNIO)

Del uso que debe hacer un cristiano de sus talentos.




Punto 1°.- Debe en primer lugar, aplicarse a conocerlos. Unos tienen grandes talentos, otros no los tienen sino medianos. Los hombres no difieren menos entre sí por la cantidad de los talentos que por su calidad. Entre los siervos del Evangelio, el primero tenía cinco, el segundo dos y el tercero no tenía más que uno. 2°. Todo cristiano está obligado a aprovecharse de sus talentos, para establecer el reino de Dios en su alma, y si es posible en la de los demás. No pretendáis dispensaros de esta obligación, diciendo que no tenéis más que unos medianos talentos: no hay talentos medianos respecto a Dios y a la salvación. ¿No tenéis un espíritu capaz de amarle? ¿Y se necesita más para merecer el cielo, y para cumplir los designios que el Creador ha tenido sobre vos al poneros en el mundo?

Punto 2°.- Dos abusos hay que evitar en el uso de los talentos. Los que tienen grandes talentos, procuran hacerlos brillar para su propia gloria, y de este modo los hacen estériles para su salvación. Por el contrario, aquellos cuyos talentos son medianos y oscuros, no se atreven a hacer uso de ellos, por una desconfianza mal entendida. Oponemos dos reglar a estos dos abusos: 1°. Emplead los grandes talentos con humildad; 2°. Serviros de los pequeños con confianza.   



Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario