MEDITACIÓN CLXXVIII
(26 DE JUNIO)
Del uso que debe hacer un cristiano
de sus talentos.
Punto 1°.- Debe en primer lugar, aplicarse a conocerlos. Unos
tienen grandes talentos, otros no los tienen sino medianos. Los hombres no
difieren menos entre sí por la cantidad de los talentos que por su calidad.
Entre los siervos del Evangelio, el primero tenía cinco, el segundo dos y el
tercero no tenía más que uno. 2°. Todo cristiano está obligado a aprovecharse
de sus talentos, para establecer el reino de Dios en su alma, y si es posible
en la de los demás. No pretendáis dispensaros de esta obligación, diciendo
que no tenéis más que unos medianos talentos: no hay talentos medianos respecto
a Dios y a la salvación. ¿No tenéis un espíritu capaz de amarle? ¿Y se
necesita más para merecer el cielo, y para cumplir los designios que el Creador
ha tenido sobre vos al poneros en el mundo?
Punto 2°.- Dos abusos
hay que evitar en el uso de los talentos. Los que tienen grandes talentos, procuran hacerlos brillar para su
propia gloria, y de este modo los hacen estériles para su salvación. Por el
contrario, aquellos cuyos talentos son medianos y oscuros, no se atreven a
hacer uso de ellos, por una desconfianza mal entendida. Oponemos dos reglar a
estos dos abusos: 1°. Emplead los grandes talentos con humildad; 2°. Serviros
de los pequeños con confianza.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
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