MEDITACIÓN CLVIII
(6 DE JUNIO)
Sobre la Fe.
Punto 1°.- Esta fe nos acusa
todos los días delante de Dios. Hay tal
oposición entre la fe y la conducta de la mayor parte de los hombres, que es imposible
que su fe no reclame y que no se subleve continuamente contra su conducta.
Dios considera lo que la fe nos enseña y lo que creemos: conoce todas las
verdades que ha impreso, por decirlo así, en nuestra alma, dándonos la gracia
de la fe, y percibe en nuestras costumbres una negación constante y perpetua de
estas mismas verdades. Así nuestra fe es
propiamente la que clama venganza, y pide justicia contra nosotros.
Punto 2°.- Esta fe nos
confundirá un día en el juicio de Dios. ¿Y cómo sostendremos sus quejas y
sus reproches? ¿Cómo resistiremos a la fuerza invencible del testimonio que
dará en contra nuestra? ¿Qué responderemos al Soberano Juez cuando nos diga he
aquí lo que habéis creído, y he aquí lo que habéis hecho?: Habéis creído que estabais obligados a amarme con todo vuestro corazón,
y habéis amado a las viles criaturas más que a Mí. Habéis creído que estabais
obligado a renunciar al mundo por las promesas de vuestro bautismo, y no habéis
dejado nunca de ser sus esclavos.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me
prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y
que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario