MEDITACIÓN CLXXVII
(25 DE JUNIO)
De la vanagloria.
Punto 1°.- La vanagloria corrompe
todas las virtudes, y destruye el mérito de todas nuestras acciones: 1°. Cuando es el principio de ellas; y 2°. Cuando es
su efecto. Ahora bien, es el principio
de ella, cuando no obramos sino por nuestra gloria particular; y es su efecto,
cuando ponemos nuestra felicidad y satisfacción en la gloria que nos atraen.
Ya han recibido su recompensa en esta
vida, decía el Salvador, hablando de los que son idólatras de la
vanagloria; y así, ya no deben esperar ser recompensados en la otra.
Punto 2°.- Las virtudes ocultas y las obras de una piedad común,
están menos expuestas a la vanagloria que las acciones y las virtudes de
apariencia. Las primeras no excitan ningunos aplausos, regularmente,
escapan a la vista de los hombres, y siempre a su estimación; y/o no las echan
de ver, o si las ven no conocen sus méritos: estos son los frutos de justicia y
de santidad que crecen, por decirlo así, a la sombra y al pie de la cruz. En las virtudes y en las acciones
brillantes, es preciso estar en guardia contra la vanagloria; observamos,
porque somos observados; mas que hermoso es proceder rectamente, en estas
ocasiones oscuras en las cuales no está uno en espectáculo más que a sí mismo,
y en donde no se tiene por testigo y por juez más que a Dios y a su conciencia.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario