MEDITACIÓN CLXI
(9 DE JUNIO)
Sobre el objeto del examen de
conciencia.
Punto 1°.- Este examen debe
hacerse acerca de estas tres cuestiones. ¿Qué he hecho? ¿Cómo lo he hecho?
Y ¿Qué he dejado de hacer? La primera mira a la naturaleza de nuestras
acciones; la segunda, a las faltas que pueden haberse deslizado en ellas, las
circunstancias que las han acompañado, y la intención que nos ha conducido;
porque una acción buena en sí misma,
puede ser viciosa y desarreglada por sus circunstancias y sus motivos; la
tercera, a los pecados de omisión que son algunas veces innumerables.
Punto 2°.- Deben aplicarse
estas tres cuestiones, no solamente a los deberes generales y comunes a todos
los fieles, sino también a los deberes propios y particulares del estado de
cada uno. 1°. A los deberes generales
y comunes a todos los fieles: debemos
examinar en qué hemos pecado contra Dios, contra el prójimo y contra nosotros
mismos, sea por faltas directas y formales, sea, por omisiones. 2°. A los deberes propios y particulares de
nuestro estado: debemos examinar en qué hemos faltado, ya como amos, como
ciudadanos, como criados, como hijos, como padres de familia, o como personas
públicas, encargados de algún empleo o de tal o cual función en la sociedad.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me
prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y
que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario