domingo, 12 de junio de 2016

MEDITACIÓN CLXIV (12 DE JUNIO)



MEDITACIÓN CLXIV
(12 DE JUNIO) 

Sobre las pretendidas ventajas del nacimiento.



Punto 1°.- Según las ideas del mundo, un hombre nacido de una sangre ilustre, está destinado por su nacimiento a los principales empleos, a los cargos más importantes, sin tener ninguno de los talentos necesarios para cumplirlos, y sin que esté obligado a tomar el tiempo y los cuidados necesarios para prepararse a ello. Todo lo sabe sin haber aprendido nada, es a propósito para todo, sin haberse hecho capaz de nada: su mérito está en cierto modo asegurado y establecido sobre el de sus antepasados; y lleno de estas vanas preocupaciones, no hay cargo, por grande y difícil que sea, al cual no se crea con derecho a pretender.  

Punto 2°.- Según los principios de la religión, el hombre más distinguido por su nacimiento está obligado a esperar, lo mismo que los que nacen en la oscuridad, la elección y la vocación de Dios para aspirar a los cargos y a los empleos. Está obligado a examinar delante de Dios si será capaz de cumplir: a consultar sus fuerzas y a ejercitar su espíritu y sus talentos por un trabajo asiduo, para ponerse en estado de corresponder a las miras y a los designios de la Providencia. No debe emplear ni las sordas y odiosas intrigas, ni los medios bajos e ilícitos para elevarse: la pereza, y la desaplicación, lejos de ser prerrogativas de su condición, son más bien un abuso palpable y manifiesto, del cual tendrá que dar cuenta en el tribunal del Soberano Juez.   



Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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