MEDITACIÓN CLXIX
(17 DE JUNIO)
Sobre las verdades de la fe.
Punto 1°.- Hay dos clases de
verdades. 1°. Las verdades de la
especulación, que son los dogmas, y misterios que estamos obligados a
creer; y 2°. Las verdades de práctica, que son los preceptos, y reglas de moral
que estamos obligados a seguir. San Gregorio observa que nuestra alma, es respecto
de estas dos clases de verdades, como el ojo de nuestro cuerpo es respecto de
los objetos que se le presentan. Para
que los vea clara y distintamente, es necesario que estén colocados a una justa
distancia, porque una demasiada proximidad llegaría a ser un obstáculo a su
acción, y un alejamiento demasiado agotaría toda su fuerza. Así nuestra alma no puede tener una idea clara
y distinta de los dogmas de la fe, porque están demasiado encumbrados para
nosotros y su elevación los pone fuera del alcance de nuestras débiles luces.
Debemos pues creerlas sin admirarnos de que no podamos comprenderlas.
Punto 2°.- Respecto de las Verdades de práctica y de las reglas de moral, no tenemos más que una idea confusa e imperfecta, cuando se trata de hacernos a nosotros mismos una aplicación personal, porque vemos demasiado cerca lo que nos toca inmediatamente. Respecto de esta aplicación personal es principalmente en lo que debemos desconfiar de nuestras propias luces pues siempre tenemos bastantes para arreglar la conducta de los demás, pero nos faltan frecuentemente para conducirnos a nosotros mismos.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
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