MEDITACIÓN CLXVI
(14 DE JUNIO)
Sobre la autoridad.
Punto 1°.- Todo hombre que
ejerce en el mundo alguna porción de una autoridad pública o particular, debe
1°. A Dios la misma obediencia que exige
de los que están sometidos.
Si lleva respecto de ellos el nombre de padre o de señor, quiere ser obedecido
y reclama altamente los derechos anexos a estos títulos, por poco que se
aparten de la sumisión que le es debida. Cuando
yo hablo a mi criado, decía el centurión, le digo: Haz esto, y lo hace ¿Y qué el Dios a quien servimos no
tiene para con nosotros los títulos y los derechos de padre y de Señor? El hijo honra a su padre, decía a su
pueblo por el profeta Malaquías, y el
esclavo a su Señor, mas si yo soy padre ¿En dónde está el honor que me es
debido? Y si soy señor ¿Dónde está la obediencia que no se me puede rehusar sin
delito?
Punto 2°.- Afirmemos nuestra
propia autoridad, sometiéndonos a la de Dios; pues por él reinan los reyes, y
los legisladores hacen leyes justas. Si
pues yo desobedezco clara y continuamente a Dios, ¿Qué obediencia debo esperar
de los que me están sometidos? ¿No debilitarán mis mandatos, mis ejemplos? Si
soy padre, amo, y soy hombre sin fe, sin leyes y sin costumbres, ¿Cómo me
atreveré a reprochar a mis domésticos su infidelidad, y a mis hijos sus faltas
de sumisión y sus desarreglos? Sus miradas estarán fijas en mí; y aun para
castigarme de mis rebeliones ¿No permitirá Dios que sigan exactamente su
modelo?
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
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