MEDITACIÓN CLVII
(5 DE JUNIO)
Sobre el fundamento de la Esperanza
Cristiana.
Punto 1°.- Ésta Esperanza está fundada 1°. En
la extensión de los conocimientos de Dios. Con Él no hay mérito oculto, no hay mérito desconocido, lo ve, lo
estima en donde quiera que está; lo percibe hasta en las tinieblas hasta en los
pliegues más interiores de nuestras conciencias. Conoce, en una palabra, ese
mérito del corazón que escapa al conocimiento de los hombres; y de allí viene
que cuente, no solamente nuestras acciones y nuestras obras, sino también
nuestras intenciones y deseos. De allí viene que escucha, según la palabra del
profeta, la preparación de nuestro
corazón, y que basta querer
agradarle para ser agradable a sus ojos.
Punto 2°.- 2°. En la soberana equidad que reina en sus juicios. Porque esos juicios con los que tanto se nos
amenaza, no son terribles sino para los pecadores. Deben ser el consuelo y la
Esperanza de los justos, porque están seguros que todo el bien que hacen, por
pequeño, e insignificante que sea en apariencia, es siempre de gran precio a
los ojos del Señor; que con Él todo está contado, nada es perdido; puesto que un vaso de agua dado en su nombre no quedará sin recompensa.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me
prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y
que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.
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