miércoles, 22 de junio de 2016

MEDITACIÓN CLXXV (23 DE JUNIO)



MEDITACIÓN CLXXV
(23 DE JUNIO)

De los actos pequeños de virtud.




Punto 1°.- Es un abuso el creer que no se puede adquirir la santidad más que por acciones heroicas. No hay duda que estáis en una disposición habitual de hacer por Dios, si fuese necesario, los mayores sacrificios; mas estas ocasiones son raras; y si esperáis que se presenten, 1°. No estáis seguros de encontrarlas; 2°. Si llegasen, no tendríais quizá la fuerza de resistir a tan grandes pruebas. Limitaos pues, a santificaros por los actos de virtud, cuya ocasión se presenta todos los días, y que estén a vuestro alcance. Sufrid con paciencia los reproches que os disgustan, las pláticas que os fastidian, las importunidades que os desagradan, etc.

Punto 2°. Con los pequeños actos de virtud multiplicados, nos formamos un tesoro en el cielo. Este tesoro es el que Jesucristo llama thesaurum non deficientem in celis: un tesoro que no se agota jamás porque aumenta cada día. Si estos pequeños actos de virtud no son considerables en sí mismos, llegan a serlo por su multitud. Todas estas prácticas reunidas forman con el tiempo un montón de riquezas espirituales en nuestra alma: de este modo santificamos todos los días, y por consiguiente, todos los años de nuestra vida, y todos nuestros años santificados hacen una vida santa.   



Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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