MEDITACIÓN CLXXIV
(22 DE JUNIO)
Sobre el hábito de las faltas
ligeras.
Punto 1°.- Este hábito
es extremadamente peligroso para la salvación: 1°. Porque no sentimos su peligro. Nos espantaríamos de habituarnos a los
grandes crímenes, pero nos familiarizamos fácilmente con las faltas ligeras.
Nadie se arroja en un precipicio conocido; mas si está oculto, se acerca uno
sin temor, y cae en él sin pensarlo. Tal
es el hábito de las faltas ligeras; las cadenas que forman se fortifican tanto
más, cuanto que pesan menos a nuestra inocencia seducida por su ligereza:
semejantes faltas no alarman la conciencia; no se hace ningún escrúpulo de
cometerlas ni de renovarlas; y las infidelidades cuotidianas, entran en cierto
modo en el plan y en el orden de nuestra conducta.
Punto 2°.- Porque este hábito nos conduce insensiblemente a
los más grandes desórdenes. El
Espíritu Santo ha dicho: El que desprecia
las faltas pequeñas poco a poco caerá en las grandes, y este oráculo se
verifica todos los días por la experiencia. Salomón al principio es solo
sensual, y llega a hacerse idólatra. Saúl comienza por ser envidioso y después
es furioso; Absalón por ser ambicioso y llega a ser rebelde; Pilato por ser
tímido y se hace injusto; Judas por ser interesado y llega a ser traidor y
pérfido. La reprobación ha comenzado por
la negligencia, y acaba por la injusticia y el crimen.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
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