MEDITACIÓN CLXXVI
(24 DE JUNIO)
Sobre el mérito de los pequeños actos
de virtud.
Punto 1°.- Si estos son pequeños por su materia, pueden llegar a
ser grandes por su principio: porque el mérito de nuestras acciones no se mide por la importancia o la
ligereza de un objeto: lo que contribuye mucho a aumentar su precio, es la
disposición interior del que las hace, el fin que se propone, la nobleza y
pureza del motivo que le hace obrar. Hacemos muy poco por Dios, pero
quisiéramos hacer más; aprovechamos las menores ocasiones de glorificarle y de
agradarle, y quisiéramos tener otras más grandes.
Punto 2°.- Podemos también
juzgar de su mérito por la grande recompensa que nos está prometida. El
Señor no dice al siervo fiel que su vida ha sido señalada por ocasiones
brillantes, sino que le dice: Porque
habéis sido fiel en lo poco, venid a recibir la recompensa que os es
debida. El mundo miraba estos pequeños
actos de virtud que practicabais con tanta exactitud y fidelidad, como unas
obras pueriles y supersticiosas; mas yo las juzgaba diferente, entraréis en el gozo de vuestro Señor. ¿Puede
darse una idea más alta de una acción, que el decir que merece una recompensa
semejante?
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
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