jueves, 23 de junio de 2016

MEDITACIÓN CLXXVI (24 DE JUNIO)



MEDITACIÓN CLXXVI
(24 DE JUNIO)

Sobre el mérito de los pequeños actos de virtud.



Punto 1°.- Si estos son pequeños por su materia, pueden llegar a ser grandes por su principio: porque el mérito de nuestras acciones no se mide por la importancia o la ligereza de un objeto: lo que contribuye mucho a aumentar su precio, es la disposición interior del que las hace, el fin que se propone, la nobleza y pureza del motivo que le hace obrar. Hacemos muy poco por Dios, pero quisiéramos hacer más; aprovechamos las menores ocasiones de glorificarle y de agradarle, y quisiéramos tener otras más grandes.

Punto 2°.- Podemos también juzgar de su mérito por la grande recompensa que nos está prometida. El Señor no dice al siervo fiel que su vida ha sido señalada por ocasiones brillantes, sino que le dice: Porque habéis sido fiel en lo poco, venid a recibir la recompensa que os es debida. El mundo miraba estos pequeños actos de virtud que practicabais con tanta exactitud y fidelidad, como unas obras pueriles y supersticiosas; mas yo las juzgaba diferente, entraréis en el gozo de vuestro Señor. ¿Puede darse una idea más alta de una acción, que el decir que merece una recompensa semejante?    



Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario