martes, 31 de mayo de 2016

MEDITACIÓN CLIII (1° DE JUNIO)



MEDITACIÓN CLIII
(1° DE JUNIO) 

Sobre los juicios del mundo.



Punto 1°.- Un verdadero cristiano desprecia los juicios del mundo. Conoce su falsedad, su injusticia, su inconstancia, su ceguedad, y no hace aprecio de ellos, ni aun se digna poner atención. Esto quiere decir que un cristiano no debe ser celoso hasta cierto punto, en formarse una buena reputación, pero solo quiere tenerla para con las personas prudentes y virtuosas, que no siguen en sus juicios más que las luces de la razón, y las reglas de la religión, de la verdad y de la justicia.

Punto 2°.- Razones que lo determinan a despreciarlos. Un verdadero cristiano mira al mundo como una reunión confusa de personas de diversos caracteres y de inclinaciones diferentes, de las cuales la mayor parte no tienen ni ciencia, ni virtud, ni arreglo, ni juicio; que apenas saben discernir el bien del mal, que no tienen ninguna idea del verdadero mérito, que cada uno se cree capaz de gobernar a los demás, siendo que no sabe gobernarse a sí mismo; en donde, en una gran multitud, apenas encontraréis dos que tengan los mismos sentimientos; y apenas encontraréis uno que tenga sentimientos razonables.   



Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario