lunes, 2 de mayo de 2016

MEDITACIÓN CXXIII (2 DE MAYO)

MEDITACIÓN CXXIII
(2 DE MAYO) 

Sobre la eternidad de las penas del infierno.   



Punto 1°.- Debemos creer esta verdad, aun cuando nos parezca incomprensible. Todo es incomprensible; todo es misterio en la religión, lo mismo que en la naturaleza. La más pequeña porción de materia, considerada en la multitud innumerable de sus partes, encierra un abismo de dificultades y de contradicciones, contra las cuales han fracasado hasta aquí todos los esfuerzos de la filosofía; y si no podemos comprender la menores obras de Dios, ¿cómo podríamos comprenderle a Él mismo, y medir exactamente toda la extensión de su poder y de su justicia? Ha dicho, y ha repetido cien veces en sus Escrituras, que los suplicios de los réprobos serán eternos y así debemos creerlo. Esta es una de las verdades capitales de la religión; y tan principal, que las sectas separadas de la Iglesia romana no se han atrevido a combatirla. Los autores de estas sectas han negado otros misterios; pero este les ha parecido tan claramente establecido en la Escritura, que no han podido dejar de admitirlo.    


Punto 2°.- Únicamente el interés personal del pecador es el que hace dudar de esta verdad. Comprende la eternidad de la recompensa por una acción pasajera; y no quiere reconocer la eternidad de las penas por un pecado de un momento. Conviene en que la grandeza de Dios es infinita, que la sangre de Jesucristo de la cual abusa el pecador, es de un precio infinito; y no quiere creer que el pecado será castigado por penas infinitas en su duración. ¿Qué es pues lo que le hace rebelde a esta verdad? Es que quisiera ser siempre pecador y siempre feliz, o por lo menos no ser desagraciado sino por algún tiempo. ¿Mas qué puede hacer su interés contra una verdad que viene de Dios? ¿Y cuándo Dios ha hablado, no deben el interés y el razonamiento humano callarse y someterse?    

Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario