MEDITACIÓN CXLV
(24 DE MAYO)
Sobre la fidelidad que la religión
inspira,
respecto a los deberes de nuestro estado.
Punto 1°.- El que se conduce
por un espíritu de religión, será fiel a todos los deberes de su estado. Ninguna pasión, ningún motivo humano puede
hacernos respecto a esto exigencias tan extensas como las de la religión.
¡Cuántos deberes oscuros hay en cada estado que la misma vanidad nos hace
abandonar, porque nada tendría que ganar para sí el cumplirlos! ¡Cuántos
deberes que nos parecen pequeños y de ninguna importancia! ¡Cuántos que aun
parecen absolutamente indiferentes! La
religión por el contrario, nos sostiene, 1°. En la práctica de los deberes
oscuros, lo mismo que los deberes brillantes; ¡porque hay más que ganar para la
religión, en donde hay más que perder para la vanidad! 2°. La religión no
conoce deberes pequeños ni indiferentes.
Punto 2°.- Será fiel a estos
deberes en todo tiempo. Si el
respeto humano o la vanidad es quien os guía, estos motivos os sostendrán a la
vista de los hombres; mas seréis fieles cuando ellos no vean vuestra
infidelidad: alguno será valiente a la luz del día, y será un cobarde en
las tinieblas. Por otra parte, las
pasiones se suceden y se destruyen entre sí; si sobreviene una pasión contraria
y superior luego el deber será sacrificado. Un padre de familia a quien el
interés hace prudente, el amor desordenado le hará disipador.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me
prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y
que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.
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