miércoles, 25 de mayo de 2016

MEDITACIÓN CXLVII (26 DE MAYO)



MEDITACIÓN CXLVII
(26 DE MAYO)  

Sobre el mérito vinculado a la práctica de los deberes de vuestro estado.  




Punto 1°.- Esta práctica es una fuente abundante de méritos. Porque ¿En qué consiste el verdadero mérito del hombre? ¿No es hacer continuamente lo que Dios quiere, y lo que ordena? ¿Y quién es quien lo hace, sino el que cumple fielmente con los deberes de su estado? El trabajo emprendido en un tiempo en que nos está prescrito por el deber, es pues una ocupación más santa y más meritoria que la oración.

Punto 2°.- Jesucristo, nuestro maestro y nuestro modelo, parece haber hecho de ésta práctica uno de los principales fundamentos de su mérito. No empleó sino los tres últimos años de su vida en hacer esas grandes acciones y esos grandes sacrificios que nos admiran; ¿Y qué hacía pues durante los treinta años que le precedieron? Cumplía con los deberes de su estado, obedecía a sus padres; vivía del trabajo de sus manos: el mundo giraba en sus principios y sus preocupaciones ordinarias. Había en Jerusalén sectas numerosas y austeros Fariseos, que añadían a la ley mil observancias nuevas: el mundo admiraba su santidad. Y sin embargo ¿En dónde estaba el verdadero mérito y la virtud más perfecta? ¿No era bajo ese techo rústico en donde Jesucristo, sometido a las voluntades de su Padre, estaba ocupado únicamente de los deberes de su estado?  



Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario