MEDITACIÓN CXXIX
(8 DE MAYO)
Sobre la esperanza cristiana.
Punto 1°.- ¿Qué cosa es la esperanza cristiana? Es una de las tres
principales virtudes del cristianismo: y sin embargo, es ordinariamente muy
poco conocida y aún menos practicada. Unos os dirán que consiste en una
persuasión firme y segura de que seremos salvados por la misericordia de Dios;
los otros, en un deseo ardiente de la bienaventuranza celestial. Mas esta
noción es imperfecta, si no añadimos a ella que esta persuasión y este deseo
están fundados en las promesas que Dios ha hecho a aquellos que practiquen su
ley y se aprovechen de los auxilios de su gracia. Sucede en esto respecto de la Esperanza como de la Fe, esta es muerta y
estéril si la separáis de las obras; y por la misma razón, si no juntáis a la Esperanza
las obras que nos santifican, no producirá nada para la salvación.
Punto 2°.- Uso que debe
hacerse de la esperanza cristiana. Si estáis en estado de gracia, la Esperanza
os sostendrá contra los atractivos del vicio, contra las negligencias de la
tibieza, y contra las debilidades del desaliento. Si estáis en estado de
pecado, la Esperanza que tengáis en la misericordia de Dios, os inspirará el
deseo de convertiros prontamente. En fin, si
estáis expuesto a violentas tentaciones, lo cual forma un estado incierto entre
el estado de gracia y el del pecado, tened confianza en Dios, esperad en los
auxilios que os ha prometido; y este es el verdadero medio de conseguir la
victoria.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento.
Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor.
Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder.
Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen.
Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones.
Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.
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