MEDITACIÓN CXL
(19 DE MAYO)
Sobre la santidad propia de un
cristiano que vive en el mundo.
Punto 1°.- Consideradle, 1°. Respecto
a su conducta exterior. Hácese un
punto capital de conciliar de tal manera los deberes de la vida civil con los
de su religión, que jamás falta a lo que debe a Dios, sin olvidar nada de lo
que debe al mundo; si se familiariza con pocas personas, sabe ser afable y
complaciente con todos. Buen amo, buen súbdito, buen ciudadano, buen
magistrado, buen guerrero, buen padre de familia, hijo sumiso, esposo fiel, y
amigo constante y generoso, hace ver en todas sus acciones que la piedad es
útil para todo, y que a ella han sido prometidos los bienes sólidos de la vida
presente, y los de la vida futura.
Punto 2°.- Esto es lo que aparece en lo exterior; mas si
penetráis en el interior de su alma, allí
es donde da un libre vuelo a esos grandes sentimientos de fe, de religión y de
piedad de que está lleno. No vive más
que para Dios; no obra, no trabaja, no respira sino para Dios. ¡Qué de nobles y
generosos sacrificios le hace en el fondo de su corazón! Los hombres que sólo
ven las apariencias, no encuentran nada en su exterior que los distinga de los
demás fieles; mas el Dios que sondeará los más secretos pliegues de las
conciencias, percibe en la suya los motivos más puros, y las disposiciones más
santas y sublimes.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento.
Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor.
Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder.
Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen.
Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones.
Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.
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