MEDITACIÓN CLI.
(30 DE MAYO)
Sobre la gloria del mundo.
Punto 1°.- Los mundanos solo
trabajan para la gloria del mundo. Quieren
ser estimados y considerados; ambicionan títulos y distinciones brillantes; las
piden, las buscan para sí, para sus descendientes y para sus familias; aspiran
nada menos que a hacer sus nombres inmortales; y mientras más elevados se ven,
más medios creen tener para conseguirlo. He aquí lo que se llama la gloria
del mundo; he aquí el ídolo al cual los mundanos sacrifican sus cuidados, su
tiempo, su reposo, y algunas veces hasta su vida.
Punto 2°.- Falsedad de la
gloria del mundo. La verdadera
gloria no puede encontrarse en las alabanzas de los hombres, que muchas veces
son injustas, y rara vez sinceras; no está en el respeto y los homenajes de los
cuales su corazón tiene tan poca parte, y que acaban con ellos; no está tampoco
en los títulos grabados en el mármol y en el bronce, que el tiempo destruye, y
que desaparecen como los héroes. Solamente Dios es el que posee y el que puede
dar la inmortalidad. El conocer vuestro
poder, y temer vuestra justicia, oh Dios mío, decía Salomón, es el verdadero principio y el sólido
fundamente de una gloria inmortal.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me
prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y
que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.
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