MEDITACIÓN CXXXVII
(16 DE MAYO)
Sobre el amor al retiro.
Punto 1°.- Este amor
es muchas veces una ilusión para un cristiano que vive en el mundo. Los mismos
mundanos forman algunas veces proyectos de retiro. Cuando se les habla de
convertirse a Dios, de formar y poner en orden su conducta, nos responden que
quieren dejarlo todo, y abandonarlo todo, como si el desarreglo de su vida
estuviese inseparablemente unido a su condición, y que no estuviese en su poder
separarlos. Mas reflexionad bien que no
es el tumulto del mundo y la agitación exterior de nuestros negocios lo que os
impide el servir a Dios; sino más bien la turbación interior de vuestras
pasiones a las que escucháis; es el imperio de vuestros hábitos viciosos a los
que amáis.
Punto 2°.- Puede
encontrarse, cuando se quiere, el retiro y la soledad en medio del mundo: 1°. Por el
buen uso del tiempo. ¿No podemos dedicar
siempre algunas horas o algunos instantes de retiro para meditar la ley de
Dios? ¿Y no podemos hacernos dentro de nosotros mismos una especie de retiro en
el fondo de nuestro corazón, en donde hablemos interiormente con Dios mientras
que parecemos ocuparnos sólo de los cuidados y de los intereses del siglo? De
este modo, el espíritu está atento a los negocios del mundo; pero el corazón
está en Dios.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento.
Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor.
Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder.
Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen.
Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones.
Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.
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