MEDITACIÓN CXXXV
(14 DE MAYO)
Sobre los medios de sacrificarse en
el mundo
Punto 1°.- El primero
es considerar que el estado de un cristiano que vive en el mundo no es
incompatible con la santidad. Tertuliano había dicho que un
cristiano no podía ser emperador, y otros sostuvieron que no podía ser rico;
mas estaban en el error, pues la piedad es de todos los estados. No todos están llamados a dejar el mundo,
el cristianismo no forma por sí mismo una condición particular y diferente de
las demás, sino que las perfecciona todas igualmente. Seáis rico o pobre, amo o
esclavo, nacido en el polvo o elevado sobre el trono, estáis llamado al reino
de los cielos; y sin renunciar a vuestro estado, podéis llegar a él.
Punto 2°.- El segundo, es
reformar los abusos y aprovecharse de las gracias de su estado. Hay abusos propios de cada estado. El
orgullo, la ociosidad, la molicie, son los abusos de la grandeza; el lujo, la
dureza, las prodigalidades; excesivas, son los abusos de las riquezas; la
impaciencia, la murmuración y el fraude son los abusos de la pobreza. Evitad estos abusos, y podréis santificaros
en la pobreza, en la opulencia y en la grandeza. También hay gracias
propias de cada estado, es decir, gracias especialmente destinadas a
garantizarnos de los vicios y de los peligros relativos a nuestro estado; y la
salvación depende de nuestro celo en pedir estas gracias y de nuestra fidelidad
en corresponder a ellas.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento.
Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor.
Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder.
Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen.
Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones.
Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario