lunes, 2 de mayo de 2016

MEDITACIÓN CXXIV (3 DE MAYO)

MEDITACIÓN CXXIV
(3 DE MAYO) 

Sobre los deseos



Punto 1°.- Es necesario saber discernir los deseos; porque hay algunos malos que debemos desterrar de nuestra alma, tales son, 1°. Los deseos inútiles, que producen los caprichos y las quimeras de una imaginación desarreglada; 2°. Los deseos temerarios, cualidad que conviene a la mayor parte de nuestros deseos; pues su temeridad está fundada en la ignorancia en que estamos del porvenir. Deseáis con ardor un establecimiento que os parece agradable, porque no sabéis que hará la desgracia de vuestra vida. Aspiráis a un grado de fortuna y de elevación, porque ignoráis que sólo servirá para hacer vuestra caída más próxima y más escandalosa. 3°. Los deseos criminales. El crimen es precedido siempre de un deseo que os lleva a cometerlo; si desecháis ése deseo, si sofocáis ese monstruo en su nacimiento, destruiréis el pecado en su origen. Estad pues siempre atento a limitar y desarreglar vuestros deseos.   


Punto 2°.-  Hay deseos buenos que debemos excitar y mantener en nuestra alma. Este es el deseo de hacernos más y más agradables a Dios y útiles al prójimo; de crecer todos los días en Gracia, en Sabiduría y en Virtud, de obtener nuevos dones del Espíritu Santo para adquirir nuevos méritos, en fin, el deseo de llegar a ése reino celestial, en donde ya no tendremos nada que desear. En este sentido puede un cristiano ser llamado un varón de deseos. Vir desideriorunt: pues aspira sin cesar a lo que hay de más santo y de más perfecto según Dios. Y respecto a los bienes frágiles y pasajeros de la vida presente, no los estima lo bastante como para desearlos.   

Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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