MEDITACIÓN CXLIX
(28 DE MAYO)
Sobre los peligros propios de cada
estado.
Punto 1°.- Si no hay
estado que no contenga sus penas, no hay ninguno tampoco que no tenga sus
peligros para la salvación. Mas si tenéis en todas las ocupaciones propias de vuestro estado, un
espíritu de religión, no encontraréis en todos estos peligros sino frecuentes
oraciones de alcanzar victorias: triunfaréis del orgullo, usando de los honores
con modestia; de la sensualidad, usando de los placeres, aun de los permitidos,
con moderación; y de la codicia, usando de las riquezas sin fausto y sin apego.
Punto 2°.- ¡Qué idea nos da la
santa escritura de aquel que se santifica en el mundo a pesar de los peligros
propios de su estado? Dichoso el
hombre, dice el sabio, que haya visto de cerca los atractivos del oro sin
deslumbrarse con él, y que haya sabido poseer las riquezas sin poner en ellas
su esperanza: ¿Quién es este? Es digno de todas nuestras alabanzas, y su vida,
aunque sencilla, y común en apariencia, debe mirarse como una serie continua de
prodigios. Ha sabido servirse de los mismos peligros de su estado para
hacerse perfecto en su religión: Qui
probatus est in ille et perfectus est. Será pues coronado de una gloria inmortal,
porque ha sido tentado de violar la ley de Dios, y ha permanecido fiel; ha
podido hacer el mal, y no lo ha hecho. Qui
potuit transgredi, et non es transgressus; facere mala, et non fecit.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me
prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y
que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.
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