MEDITACIÓN CL
(29 DE MAYO)
De las virtudes que ejercitamos
practicando
los deberes de nuestro estado.
Punto 1°.- Un cristiano
encuentra en los deberes de su estado, un ejercicio continuo de caridad. No
hay ningún estado en el mundo que no tenga alguna relación inmediata con el
bien general de la sociedad. Ahora bien, hay un mandamiento de Dios que nos
obliga a amar al prójimo como a nosotros mismos, y por consiguiente a trabajar
en hacerle feliz, y en procurarle todas las ventajas que dependen de nosotros. A vos pues os toca considerar en todas
vuestras ocupaciones la relación directa que pueden tener con la utilidad
pública o particular de vuestro prójimo, y proponeros un fin tan noble, tan
puro y tan meritorio delante de Dios.
Punto 2°.- Un cristiano
encuentra en las penas de su estado un ejercicio de penitencia. No hay estado que no tenga sus amarguras y
sus penas; aun los mismos reyes no están exentos de ellas en el trono; y si
aquellos que los rodean, sufren continuamente por la asiduidad y las
complacencias que están obligados a tener para con sus amos, estos no sufren
menos las faltas y las negligencias de los que les sirven ¿En qué estado no se
encontrarán cruces y espinas, sujeciones y molestias? Debemos aprovecharnos sometiéndonos a todo en un espíritu de
penitencia, ofreciéndolas a Dios por la expiación de nuestros pecados,
uniéndolos a la cruz y a los sufrimientos de Jesucristo.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me
prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y
que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.
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