MEDITACIÓN CXXII
(1° DE MAYO)
Sobre la Justicia de Dios.
Punto 1°.- Pensamos con gusto
en aquellos atributos de Dios que nos son favorables. Nos agrada representárnoslo como el
Padre de las misericordias y el Dios de toda consolación; como un padre
tierno e indulgente, a quien las faltas de un hijo vivo e inconstante inspira
más compasión que ira, y que corona la vuelta del pródigo con unos favores
capaz de causar envidia al hijo que no se ha extraviado nunca, como un Dios
benévolo que no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva. Estas ideas son verdaderas, sólidas y
consoladoras, y deben servir para alinear nuestra esperanza.
Punto 2°.- Mas no deben
hacernos olvidar los atributos de Dios, propios para inspirarnos un temor
saludable. Dios es bondadoso, pero
también es justo: nos manda llamarle nuestro Padre, y quiere tomar este nombre,
mas también será nuestro Juez: es misericordioso y siempre esta pronto a
perdonarnos; mas llega un tiempo en que
su justicia lo hace inexorable: es
bondadoso repito, en este mundo y durante nuestra vida; mas en la muerte, en el
juicio, es un Dios terrible: se
embriaga con la sangre de sus enemigos, los destroza y los devora, y se arroja
sobre ellos como un león sobre su presa y será necesario nada menos que una eternidad de dolores y de tormentos
para satisfacer su justicia.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento.
Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor.
Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder.
Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen.
Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones.
Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.
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