MEDITACIÓN CCCXXXVIII
(3 DE DICIEMBRE)
Sobre la piedad sólida.
Punto 1°.- Esta es la que está fundada en la práctica exacta y fiel
de todos los deberes, es decir, de los deberes del cristianismo y de los
deberes de su estado. Los hombres la hacen consistir algunas veces en las
prácticas exteriores de devoción, multiplicadas hasta lo infinito, y que nos
distinguen del común de los fieles: pero esto es un error. ¿Queréis tener una piedad sólida? Comenzad desde luego por ser un
verdadero cristiano; comenzad por amar a Dios sobre todas las cosas y al
prójimo como a vosotros mismos; comenzad por emplear vuestro tiempo y vuestros
talentos en cumplir, con la más exacta fidelidad, todos los deberes de vuestro
estado; porque querer ser devoto sin ser cristiano, es edificar sobre arena, es
levantar un edificio que no puede tener consistencia ni solidez.
Punto 2°.- Esta piedad sólida
no se encuentra siempre en aquellos mismos que hacen profesión de piedad. ¡Cuántos no vemos que guardan los consejos
del Evangelio, y que no guardan sus preceptos; que renuncian a las delicias y a
las comodidades de la vida, y que no renuncian a sus pasiones; que honran a Jesucristo
en sus templos, y que le persiguen en sus miembros; que hacen sin cesar
pretendidos actos de amor a Dios, y verdaderos actos de odio y de venganza
contra el prójimo; que son celosos por el culto del Señor, y rebeldes a sus
mandatos!
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento.
Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor.
Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder.
Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen.
Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones.
Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.
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