MEDITACIÓN CCCLXI
(26 DE DICIEMBRE)
Sobre la Providencia.
Punto 1°.- Dios es quien
arregla por su providencia todo lo que sucede en el mundo. No solamente
arregla esos grandes acontecimientos de los cuales depende la felicidad o la
ruina de los reinos y de los imperios; sino que ordena o permite hasta los más
pequeños accidentes que interesan al último de los hombres. No caerá un cabello de vuestra cabeza,
decía en Salvador, sin la orden o el consentimiento de esta providencia. El acaso no es nada es un término vacío de
sentido: se sirven de él para expresar una causa que no existe, una causa
desconocida; y la primera y principal causa de todos los acontecimientos
existe. Esta causa nos es claramente conocida: es la providencia de Dios.
Punto 2°.- Uso que un cristiano
debe hacer de esta verdad. Detengámonos
en esta causa superior y no tendremos ya las mismas ideas respecto de lo que
pasa en el mundo: ya no veremos inocentes oprimidos, solo percibiremos los
justos en prueba o culpables castigados. ¿Qué es un homicidio a los ojos de
aquel que lo refiere todo a la Providencia? Es una sentencia de muerte
justamente dada en el cielo, e injustamente ejecutada en la tierra. ¿Qué es un ingrato? Es un hombre cuya
dureza emplea Dios para enseñarnos a hacer el bien sin esperar recompensa más que
de Él.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced
que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el
infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro
Señor.
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