MEDITACIÓN CCCXLIX
(14 DE DICIEMBRE)
De las amistades humanas.
Punto 1°.- Estas
amistades son ordinariamente falsas. Se encuentran con facilidad en el
mundo, amigos de nombre, de apariencia y de ostentación; amigos en protestas y
discursos, amigos de interés, de intriga y de política; amigos de placeres y de
diversiones; pero qué raro es encontrar
a un amigo sólido y verdadero. A la
primera desgracia nos abandonan, nos miran y nos tratan como si no nos hubiesen
conocido jamás; cambian con la fortuna, y se arreglan según sus caprichos.
¡Dichoso el cristiano fiel que sabe aprovecharse de la falsedad de las
amistades humanas para no adherirse a más que a su Dios!
Punto 2°.- Las
amistades que parecen más verdaderas, son siempre frágiles. Han sido
menester años para formarlas, y no se necesita a veces más que un momento para
romperlas: en vano nos esforzamos por reanudarlas, un momento basta para
destruirlas, y años enteros no serían suficientes para volver a restablecerlas.
Todo lo que depende del humor y del
capricho de los hombres, todo lo que está sometido al imperio de sus pasiones,
recibe la impresión de sus inconstancias. La caridad cristiana tiene sentimientos
más sólidos y durables, está fundada sobre la religión que es siempre la misma;
tiene por principio y por objeto un Dios que no cambia jamás.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced
que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el
infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro
Señor.
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