lunes, 19 de diciembre de 2016

MEDITACIÓN CCCLV (20 DE DICIEMBRE)



MEDITACIÓN CCCLV
(20 DE DICIEMBRE)

Sobre la unión del alma con Dios.



Punto 1°.- Dios está en nuestra alma, y hace experimentar a los justos la dulzura de su presencia; 1°. Por una gracia de unión, esta es la gracia habitual y santificante que los une a Él, y los hace agradables a sus ojos; 2°. Por una gracia de dirección, esta es la luz celestial que alumbra su espíritu y que conduce los movimientos de su corazón; 3°. Por una gracia de protección. El Señor está en mí, decía el Profeta, Él es mi vida y mi luz, mi fuerza y mi salvación. ¿Qué tengo que temer?; 4°. Por una gracia de consolación: esta es la unción divina que enjuga la amargura de sus lágrimas, y que los hace felices aún en sus aflicciones.       

Punto 2°.- Nada hay más necesario y más precioso que esta unión del alma con Dios. Ella es la prenda de nuestra salvación, todo está perdido cuando esta unión se pierde; y todo lo tenemos cuando lo poseemos. No podemos perderle sino por el pecado, que nos quita; 1°. La gracia santificante y habitual; 2°. La dirección constante de la gracia actual; 3°. La protección del Señor; 4°. El gusto y la dulzura de los consuelos de la gracia de los cuales nos hacemos indignos.   



Oración Universal 
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.   

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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