lunes, 26 de diciembre de 2016

MEDITACIÓN CCCLXII (27 DE DICIEMBRE)



MEDITACIÓN CCCLXII
(27 DE DICIEMBRE)

Sobre el estado del pecado.




Punto 1°.- Todo el bien que se hace en estado de pecado mortal no es de ningún mérito delante de Dios. Podemos también en este estado hacer muchas mortificaciones y buenas obras; pero serán estériles para la salvación, porque: 1°. El pecado es un estado de muerte, no se puede hacer en él acciones de vida, es decir, acciones que siendo hechas en la vida de la gracia, nos conduzcan a la de la gloria; 2°. El pecado mortal nos separa de Jesucristo. Yo soy el tronco de la vid, decía, y vosotros sois las ramas; y así como la rama separada del tronco no lleva ya fruto, así vosotros no podéis llevar ninguno si no permanecéis en Mí (Juan 15,5).    

Punto 2°.- Sería abusar de esta verdad el renunciar a la oración y a las buenas obras, porque está uno en estado de pecado. Yo estoy en desgracia de Dios, dice el pecador, ¿para qué he de orar, para qué he de cumplir con los deberes de la religión, puesto que todo lo que haga sería de ningún valor para mi salvación? Este razonamiento es pernicioso y mal fundado, porque, en primer lugar; hay obras de obligación que no se pueden omitir aun estando en pecado, sin hacerse culpable de otro nuevo; y además, ¿esto mismo no debe obligar al pecador a redoblar sus peticiones y sus buenas obras, a fin de obtener de Dios las gracias que le son necesarias para salir de este estado?     



Oración Universal 
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.   

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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