martes, 20 de diciembre de 2016

MEDITACIÓN CCCLVI (21 DE DICIEMBRE)



MEDITACIÓN CCCLVI
(21 DE DICIEMBRE) 

De la paz del corazón.




Punto 1°.- Esta paz no se encuentra sino en el corazón de los justos. No hay paz para los impíos, dice la Escritura: Non est pax impiis; su corazón es semejante a un mar agitado: Impii quasi mare fervens. Gozan cuando más de una falsa paz que sólo sirve para adormecerlos en sus vicios; es un sueño y un entorpecimiento letárgico que debe mirarse como el precursor de la muerte. La gracia, la justicia y la paz, reinan por el contrario en el alma de los justos: Gratia et Pax, justitia et pax. Pero notad que su corazón no es la mansión de la paz sino en cuanto están sometidos al imperio de la justicia y de la gracia.   

Punto 2°.- Medios para adquirir la paz del corazón. El primero es siempre conformar nuestra voluntad a la de Dios; el segundo es poner en Él sólo toda nuestra confianza. Un cuerpo permanece firme y sin movimiento cuando está apoyado sobre un fondo inmóvil. Todo el que se apoya sobre un brazo de carne, es decir sobre las creaturas, no goza de las dulzuras del reposo, puesto que se experimenta constantemente los defectos de su inconstancia. El justo por el contrario, que se apoya sobre el brazo de Dios, permanece firme e inquebrantable, porque en Dios no hay cambio, ni tinieblas, ni sombra de vicisitud.    



Oración Universal 
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.   

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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