martes, 13 de diciembre de 2016

MEDITACIÓN CCCXLVIII (13 DE DICIEMBRE)



MEDITACIÓN CCCXLVIII
(13 DE DICIEMBRE) 

Sobre la regla de la caridad Cristiana.




Punto 1°.- Un cristiano ama al prójimo como Dios nos ama. Así pues, Dios es, no solamente el objeto y el motivo de la caridad cristiana, sino también su modelo: Yo os doy un mandamiento nuevo, que es el de amaros los unos a los otros como yo os he amado. Pues ¿Qué amor fue nunca más sólido, más constante, más sincero y más generoso que el que Jesucristo ha tenido por nosotros? ¿Y es así como nosotros amamos a nuestros hermanos?

Punto 2°.- Se peca contra esta regla, no solamente por el odio, el desprecio y la dureza que se tenga para con el prójimo, sino también por la indiferencia. Dios no solo nos prohíbe aborrecerlos, sino que nos manda y nos obliga a amarlos. Así pues, no es permitido a un cristiano el ser bueno y útil sólo para sí y para sus amigos, sino que debe serlo para todo el mundo, según la extensión de su poder y de sus fuerzas. La caridad es activa; no se contenta con aliviar al prójimo en sus necesidades con palabras de dulzura y compasión, o con deseos vivos, pero estériles; sino que trabaja en cuanto es posible en manifestarle su afecto con auxilios verdaderos y efectivos. Mis queridos hijos, decía el Apóstol San Juan, no amemos solamente con las palabras, sino con las obras y en verdad.   



Oración Universal 
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad
Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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