MEDITACIÓN CCCL
(15 DE DICIEMBRE)
Sobre la comunión.
Punto 1°.- Para
prepararos a ella, meditad profundamente estas tres reflexiones de San
Bernardo: 1°.- ¿Qué
es lo que vais a recibir en la comunión? Es la carne adorable de un Dios hombre,
es el Hijo del Altísimo, igual en todo a su Padre, que se da a nosotros en la
plenitud de su divinidad. ¡Qué grandeza! ¡Qué majestad! Si attendas qui venit quanta majestas! 2°.- ¿A quién se da en la comunión? A unas
viles criaturas que no han salido de la nada sino para caer en el abismo del
pecado. ¡Qué felicidad para ellas! ¡Qué abatimiento para El! Si attendas ad quos venit, quanta dignatio! 3°.- ¿Qué es lo que le obliga a darse a
nosotros en la comunión? El deseo de salvarnos, y de mantener en nosotros la
vida de la gracia por este divino alimento: ¡qué exceso de misericordia y de
amor! Sipropter quod venit, vide
quanta sit latitudo caritatis!
Punto 2°.- Fruto de
estas reflexiones. La primera os
inspirará un deseo ardiente de preparar en vuestro corazón una mansión digna de
Dios, y por consiguiente, de purificarlo de toda especie de afición al pecado;
la segunda os inspirará una humildad profunda; la tercera, un amor tierno y un
vivo agradecimiento para con un Dios que quiere ser el autor y el protector de
vuestra salvación. Estas son otras tantas disposiciones necesarias para
poneros en un estado de comulgar dignamente.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced
que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el
infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro
Señor.
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