miércoles, 28 de diciembre de 2016

MEDITACIÓN CCCLXIV (29 DE DICIEMBRE)



MEDITACIÓN CCCLXIV
(29 DE DICIEMBRE) 

De la obediencia imperfecta de la ley de Dios. 




Punto 1°.- El principio universal de la imperfección de nuestra obediencia es una pasión que se quiere satisfacer sin perjuicio de la salvación. Tiénese aún bastante temor de los juicios de Dios para no violar la ley en los puntos que se consideran esenciales. Quiérese obedecer lo suficiente para ponerse a cubierto de la condenación eterna; pero también se quieren contentar los intereses de su pasión, para no sacrificarla sin reserva; de aquí esa obediencia estrecha y limitada, que se sujeta a lo que parece de una obligación estricta e indispensable, pero que se permite una entera libertad sobre lo que no llega hasta el crimen. No es más que una afición demasiado sensible; pero evitaremos, dicen, todo lo que pueda hacerla criminal: no es más que una ligera señal de aversión; pero no llegaremos hasta la venganza.   

Punto 2°.- Peligro de esta obediencia imperfecta a la ley de Dios. Es no conocer las pasiones, el lisonjearse que complaciéndolas se podrá detenerlos en los justos límites. Siempre son extremadas en sus deseos; y les es tan natural el dejarse llevar hasta los excesos, como lo es a la razón el evitarlos y vencerlos.  




Oración Universal 
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.   

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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