miércoles, 21 de diciembre de 2016

MEDITACIÓN CCCLVII (22 DE DICIEMBRE)



MEDITACIÓN CCCLVII
(22 DE DICIEMBRE)

De la muerte en el pecado.




Punto 1°.- Se muere como se ha vivido; esta es una verdad que se confirma todos los días por la experiencia. Los que han vivido en la impiedad, no llegan a tomar en la muerte, sino las apariencias de la religión y de la fe, y se ven muchos que no se dignan ni aun tomar dichas apariencias. Los que han vivido en la esclavitud de la sensualidad, llevan hasta el sepulcro el fuego que los devora: los que han vivido en el olvido de Dios y en la indiferencia por su salvación, mueren sin compunción. Así es como se cumple todos los días la amenaza de Jesucristo: Moriréis en vuestro pecado; en ese pecado que os ha dominado siempre, y que os domina todavía; en ese pecado que os agrada más que los otros, y del cual una vida entera no ha podido combatirle.   
 
Punto 2°.- Para evitar esta desgracia tan grande, es necesario vivir en la gracia de Dios; es preciso buscar al Señor cuando todavía se le encuentra; invocarle, mientras está aún cerca de nosotros, y no esperar para volver a Él, que se aleje para siempre. Llega un tiempo en que se le busca sin encontrarle, y este es el momento de la muerte; porque muchas veces no se tienen cuando más unos vanos deseos de penitencia cuando se deberían tener los frutos de ella.   


Oración Universal 
 
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.   

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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