MEDITACIÓN CCCXXXIII
(28 DE NOVIEMBRE)
Sobre la dificultad de la
salvación.
Punto 1°.- Jesucristo no nos lo ha disimulado, sino
que nos ha dicho que el camino del cielo
es estrecho y difícil, y que era necesario hacerse una violencia continua para
caminar por él. La mayor parte de los hombres se espantan con estas máximas
porque no fijan lo bastante su atención
en el poder de la gracia. Para conocerla, considerad desde luego lo
que puede en el corazón de los hombres el deseo de los bienes de este mundo; ¿Cuántas dificultades no tienen que
vencer para obtenerlos? Este deseo da
actividad a los perezosos, y los hace vivir en un trabajo penoso y continuo;
da ánimo a los cobardes; y los transporta en medio de los peligros de la
guerra, da industria a los artistas y les sugiere los artificios más propios
para conseguir su intento.
Punto 2°.- La gracia
tiene más poder para conducirnos a la salvación, que lo que el mundo tiene para
seducirnos, acordémonos que lo que es imposible a los hombres, es posible a
Dios, y que todo lo podemos en
aquel que nos fortifica: Venid a mí; nos dice, los que estáis cargados y abrumados, y yo os aliviaré. Venid a mí hombres débiles y frágiles, pecadores abrumados bajo el peso de
vuestras iniquidades, que gemís con la multitud de vuestros pecados, y que os
espantáis con la grandeza de vuestros deberes, y experimentaréis que mi yugo es suave y mi carga es ligera; porque
no la llevaréis solos, sino que yo emplearé toda la fuerza de mi brazo
omnipotente para ayudaros a sostenerla.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento.
Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor.
Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder.
Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen.
Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones.
Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.
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