viernes, 25 de noviembre de 2016

MEDITACION CCCXXXI (26 DE NOVIEMBRE)

MEDITACION CCCXXXI
(26 DE NOVIEMBRE) 

Sobre la venganza.



Punto 1°.- La ley de Dios nos prohíbe toda especie de venganza personal y particular. No siempre es la venganza por el asesinato o el homicidio; hay unas venganzas sordas y encubiertas y otras venganzas estrepitosas; unas paliadas y otras descubiertas, unas de acción y otras de palabras. Se vengan unos por burlas por murmuraciones y por calumnias; se vengan otros, por pláticas envenenadas que excitan la venganza de los otros; se vengan éstos por un olvido afectado, por una negativa, por una falta de atención y de miramiento; se vengan aquellos a veces por solo el aire del semblante, por un tono de frialdad, de indiferencia o de disgusto. Debemos observar y especificar todas estas diferencias cuando queremos conocer nuestros pecados en el examen de conciencia, y acusarlos en la confesión.


Punto 2°.- Esta ley nos parece dura, pero viene de Dios: Haec est voluntas Dei. Tal es la orden precisa y la voluntad del soberano Señor. Ego autem dico vobis: Diligite inimicos vestros. Yo soy quien os lo digo: Amad a vuestros enemigos, y por consiguiente no os venguéis jamás y estad siempre dispuestos a perdonarles cualquiera injuria que os hagan. No hay duda que solo un Dios puede exigir de nosotros tan grande sacrificio,   pero lo exige; Yo soy quien os lo digo. He aquí una palabra imperiosa que debe necesariamente cautivar nuestra obediencia. Oponed a este Yo, todos los pretextos que se emplean para autorizar la venganza, y encontrareis en esta sola palabra una fuerza superior y dominante que responde a todo lo dicho.    

Oración Universal 

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor. 

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