MEDITACION CCCXXX
(25 DE NOVIEMBRE)
Del amor de los enemigos.
Punto 1°.- Diligite inimicos
vestros. Amad a vuestros enemigos.
¿Cuál es el sentido de este precepto? En
verdad, no se trata aquí de un amor de simpatía, de inclinación, de ternura y
de sentimiento; pues este es un amor natural, y el que Dios nos manda tener a
nuestros enemigos, es superior a la naturaleza. Consiste: 1°. En sofocar ése
sentimiento de odio y de aversión que a pesar nuestro se levanta en nuestra
alma, olvidando el mal que nos ha hecho, o que han querido hacernos, así como
Dios olvida nuestros pecados tan luego como volvemos a su gracia; en rechazar
de nuestro espíritu la idea y el recuerdo de ése mal, cuando se presenta, como
se rechazan los pensamientos contrarios a la pureza; 2°. En hacer entrar de este modo a nuestros
enemigos en el orden de esa caridad universal que abraza a todos los hombres en
Jesucristo; 3°. En desearles todo bien, y hacérselos, como si no nos hubieran
ofendido jamás.
Punto 2°.- Este precepto nada
tiene de contrario al bien general de la sociedad, porque: 1°. No impide a los que están encargados de
la autoridad pública, el castigo de los culpables; sólo les prohíbe la venganza
particular que sería un abuso manifiesto de la autoridad; cuando dichas
autoridades castigan sólo ejercen la venganza de la ley; 2°. No prohíbe recurrir
a la justicia humana, pero si prohíbe implorarla sin una verdadera necesidad y
por un sentimiento de odio y venganza.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento.
Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor.
Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder.
Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen.
Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones.
Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.
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