MEDITACIÓN CCCXXV
(20 DE NOVIEMBRE)
De los consuelos de los justos en
la hora de la muerte.
Punto 1°.- Los justos ven la
muerte, dice San Bernardo, como el
fin de sus penas: Requies de labore.
Ellos han llevado su cruz, han sufrido
privaciones, contrariedades, tribulaciones que no han durado más que un
momento, puesto que toda la vida no parece más que un instante cuando se ha
llegado el fin de su carrera; ya
están libres de todo para siempre; ya no habrá para ellos ni lágrimas, ni
suspiros, ni aflicciones, ni trabajos, ni peligros, ni pruebas: Neque luctus, neque clamor erit ultra, quia
prima abiebunt (Ap 21,4). El invierno
ha pasado, cesaron las tempestades y los males terminaron. Jam enim hiems transit, imbert abii et
recessit. Después de una navegación
llena de penas y peligros, la muerte es para ellos un puerto tranquilo que los
pone al abrigo de las tempestades.
Punto 2°.- La mira como el
principio de su felicidad porque por la muerte entran en el gozo del Señor. ¡Oh gozo inefable! ¡Oh dicha que excede nuestra inteligencia!; que el ojo no ha visto, y que el espíritu del hombre no puede comprender,
hasta que su alma, libre de esos lazos
terrenos que la sujetan, posee a su Creador en la plenitud de su esencia divina
que verá sin velos ni nubes: Gaudium de motivate. ¡Oh gozo eterno! ¡Oh felicidad que nunca tendrá fin!: Saecuritas de
aeternitate!
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento.
Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor.
Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder.
Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen.
Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones.
Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario