MEDITACIÓN CCCXII
(7 de NOVIEMBRE)
Sobre los deberes de la vida
cristiana.
Punto 1°.- ¿Queréis saber si
lleváis una vida cristiana y conforme a los principios y a las máximas de la
religión? Examinad primero la idea general que San Pablo nos da
de una vida semejante, cuando nos dice que un verdadero cristiano tiene; 1°. Grande horror al mal, y se adhiere
fuertemente al bien: Odientes malum,
adhaerentes bono (Rom 12;9); 2°. Que
siempre está lleno de una santa solicitud para no faltar a sus deberes: Solicitudine non pigri (Rom 12;11); 3°. Que es fervoroso y activo en la
práctica de las virtudes: Spiritu
ferventes (Rom 12;11); 4°. Está ocupado
sin cesar en el servicio de Dios: Domino
servientes (Rom 12;11); 5°. Está despegado
de los bienes de este mundo y únicamente ocupado en los bienes eternos que son
el objeto de su esperanza: Spe gaudentes
(Rom 12;12); 6°. Es paciente en la
adversidad: Tribulatione patientes
(Rom 12;12); 7°. Está entregado a la
oración: Orationi instantes (Rom
12;12); 8°. Es caritativo para con los
pobres: Hospitalitatem sectantes
(Rom 12;13); 9°. Hace el bien, no sólo
delante de Dios, sino también delante de los hombres para edificarlos: Providentes bona, non tantum coram Deo,
etiam coram hominibus (Rom 12;17).
Punto 2°.- Aplicaos esta idea
general al detalle de vuestra conducta, y ved si sois fiel y atento a seguir estos principios; 1°. En el gobierno
de vuestra casa; 2°. En el uso de vuestros bienes; 3°. En la medida de vuestros
entretenimientos; 4°. En el orden y la práctica de vuestros ejercicios de
piedad.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.
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