viernes, 11 de noviembre de 2016

MEDITACIÓN CCCXVII (12 DE NOVIEMBRE)



MEDITACIÓN CCCXVII
(12 DE NOVIEMBRE)

Sobre la fragilidad de la vida.




Punto 1°.- Los que han examinado con más cuidado la estructura del cuerpo humano, no se admiran de que los hombres mueran; antes se admiran de que vivan. Este cuerpo está compuesto de tantos órganos necesarios a la vida, y al mismo tiempo tan finos y delicados, que es incomprensible que en los diferentes movimientos que le damos, o que se le dan, no se rompa alguno a cada instante, cuya ruptura nos causa la muerte. Nuestra vida depende del curso arreglado y del perfecto equilibrio de tantos humores diferentes, cuya alteración basta para quitárnosla que apenas podemos comprender que pueda igualar la duración de una flor que se marchita de un día a otro.

Punto 2°.- Nuestra vida misma no es, propiamente hablando, sino una muerte continua y anticipada. Morimos todos los días; quotidie morior (1 Co 15, 31). Cada instante que transcurre nos roba una porción de nuestra vida, y nos hace avanzar un paso más al sepulcro. Es un error, decía un anciano, mirar la muerte en el porvenir: In hoc enim fallimur quod mortem prospicimus (Séneca). Siempre está presente; la llevamos en nuestro seno, nos mina insensiblemente y nos destruye poco a poco. Ya se ha apoderado de una gran parte de nuestros días; y lo poco que resta, gastase a toda hora, y viene a ser a cada instante presa de la muerte: Quidquid aetatis retro est, mors tenet (Séneca).  

Oración Universal


Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad


Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario