viernes, 18 de noviembre de 2016

MEDITACIÓN CCCXXIV (19 DE NOVIEMBRE)

MEDITACIÓN CCCXXIV
(19 DE NOVIEMBRE)  

De la muerte de los justos.



Punto 1°.- El justo al morir deja al mundo sin pesar porque ha trabajado toda su vida en despegar de él su corazón; siempre lo ha considerado por las fases que lo hacen odioso y despreciable; y a la hora de la muerte experimenta el feliz efecto de sus reflexiones y recibe la recompensa de sus trabajos. Si le quedan algunos lazos que romper y algunos sacrificios que hacer, su sumisión a la voluntad de Dios, y ese amor de preferencia que siempre le ha conservado, endulza sus rigores, y si siente algunos ataques de ese horror natural que acompaña siempre a la muerte, la gracia le ayuda a vencerlos.


Punto 2°.- El justo al morir se presenta ante el tribunal de Dios con una humilde confianza: allí aparece acompañado del mérito de sus obras. Si ha conservado hasta el último suspiro su primera inocencia nada tiene que temer; y si ha tenido la desgracia de perderla por algunos pecados, ha tenido cuidado de llorarlos, de repararlos y de expiarlos por una verdadera y sincera penitencia. Su confianza está fundada en la bondad de Dios y en los méritos de Jesucristo; y puede decir como el Apóstol: He llenado mi carrera, y siempre he guardado la fe, no una fe muerta y estéril, una fe de especulación, sino una fe práctica y laboriosa, ya no me resta pues, más que recibir de las manos de mi Juez la corona de justicia.    

Oración Universal 

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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