MEDITACIÓN CCCVII
(2 de NOVIEMBRE)
Sobre la fe práctica.
Punto 1°.- La fe de
especulación no basta para salvarse. Creemos
los misterios por una fe de especulación, y observamos los preceptos por una fe
práctica. Id, decía el Salvador a
sus apóstoles, enseñad a todas las
naciones, y bautizadlas en el nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo,
a fin de que crean los misterios; pero
sobre todo, añadía, enseñadles a practicar
bien lo que os he enseñado, a fin de que a la fe de especulación, junten la fe práctica, sin la cual nadie puede
salvarse. En esta reunión es en lo que consiste esa plenitud de la fe de la que habla san Pablo: In plenitudine fidei.
Punto 2°.- La fe práctica es
mucho más rara que la fe de especulación. Es verdad que ésta se debilita de
día en día por los enormes progresos de la incredulidad: pero en fin, todavía
vemos un gran número que no ha
renunciado a la fe de los misterios. ¿Más
cuántos contaréis que practiquen las reglas de moral en toda su integridad? Ahí
es el pequeño número el número de los escogidos. ¿Quién es el que no está más
apegado a los bienes de la vida presente que a los de la vida futura? ¿Quién es
el que no prefiere en mil ocasiones los intereses de su amor propio al deseo de
agradar a Dios?
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor
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