sábado, 12 de noviembre de 2016

MEDITACIÓN CCCXVIII (13 DE NOVIEMBRE)

MEDITACIÓN CCCXVIII
(13 DE NOVIEMBRE) 

Del olvido de la muerte



Punto 1°.- Hablamos muchas veces de la muerte de los otros, sin pensar en la nuestra. Es verdad que al ver morir todos los días a los parientes, o amigos, a los concurrentes, a los iguales, a los criados, a los amos, no podemos dejar de decir en general, que nada es más incierto que la duración de nuestros días, que se muere en toda edad y que no se puede contar con un cuarto de hora de vida; pero no nos aplicamos a nosotros mismos estas sólidas reflexiones: se presentan a nuestro espíritu, pero no permanecen allí; percibimos la verdad pero no la sentimos.    


Punto 2°.- La muerte de los otros sólo nos sirve muchas veces para apegarnos más a la vida. En lugar de pensar que nos ha precedido en la región de los muertos a donde muy pronto lo seguiremos, no pensamos sino en remplazarlos sobre la tierra, en revestirnos de sus despojos, y en suceder a sus dignidades y a sus títulos. ¡Ah! Mientras que acompañamos sus funerales con todas las señales exteriores de la tristeza, nos regocijamos algunas veces interiormente porque el vacío que han dejado en el mundo sobre un camino más libre y más vasto a nuestras pretensiones y deseos; y el tiempo en que todo parece concurrir a traernos a la memoria, a pesar nuestro, el saludable pensamiento de la muerte, es justamente en el que estamos más ocupados de las ilusiones de la vida.  


 Oración Universal 

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad


Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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