MEDITACIÓN CCCXIX
(14 DE NOVIEMBRE)
De la muerte de los pecadores.
Punto 1°.- En ese último momento es cuando comprenden: 1°. La inutilidad de sus
trabajos. No han trabajado, no han
sufrido sino por un mundo que se les escapa para siempre; miraban los
sacrificios de la virtud, y las sujeciones de la piedad como un yugo demasiado
pesado para su debilidad: y no tenían ni fuerza ni constancia más que para
el servicio del mundo: han sacrificado
su vida, su tiempo, su salud, y su reposo a ésa fortuna de que eran idolatras y
va a desaparecer para siempre; y después de tantos trabajos y fatigas, no
les resta más que el pesar de perder en un momento todo lo que han adquirido
con tanto trabajo.
Punto 2°.- En ese último momento es cuando comprenden: 2°. La vanidad de sus
placeres. Estos no han durado más que un instante; y apenas les queda de
ellos un leve recuerdo: ¿y por lo que
debía durar tan poco, valía la pena perderse y condenarse eternamente? Traen a
la memoria en la amargura de su alma; los años de su juventud; pero es en
otro sentido que el de Ezequías. Este rey moribundo no recordaba las
infidelidades de su vida, sino para llorarlas. Y estos sólo piensan en ellas
para echarlas de menos. En el uno, es un
recuerdo de penitencia y de compunción que opera su salvación, en los otros, es
un recuerdo de desesperación y de apego, que consuma su reprobación.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento.
Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor.
Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder.
Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen.
Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones.
Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.
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