MEDITACIÓN XXXVII
(6 DE FEBRERO)
Sobre dos clases de ocasiones
próximas de pecado.
Punto 1°.- Aquellas que son
peligrosas para todo el mundo; porque nos aproximan tan de cerca al crimen,
y nos ponen de tal manera al alcance de cometerlo, que no podemos evitarlo sin
una gracia muy particular de Dios y sin un esfuerzo extraordinario sobre
nosotros mismos. Entonces es cuando estamos obligados a huir y evitar la
ocasión. El que ama el peligro -dice el Salvador- perecerá en él. Notad
que no dice: El que se encuentra en el
peligro perecerá en él, sino el que lo ama y lo busca; porque hay
peligros necesarios e inevitables; peligros anexos a nuestro estado, de los
cuales podemos triunfar con el auxilio de la gracia sin poder sustraernos de
ellos por la fuga.
Punto 2°.- Aquellas que no son
peligrosas sino para nosotros, atendido a nuestras disposiciones
personales, a nuestras inclinaciones particulares, a nuestro carácter y a
nuestros hábitos. Tal ocasión no será
una ocasión próxima para los demás, pero si lo es para vos. No digáis pues:
¿Por qué ser me ha de prohibir esto más bien que a otros muchos que no se hacen
escrúpulo de ello, y que pasan por estar en los caminos de la piedad? Se os
responderá, que sabéis por experiencia que ésa ocasión basta para haceros
perder la gracia, y que siempre habéis sucumbido en ella y por esto debéis
evitarla.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento.
Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor.
Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder.
Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen.
Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones.
Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario