viernes, 5 de febrero de 2016

MEDITACIÓN XXXVII (6 DE FEBRERO)

MEDITACIÓN XXXVII
(6 DE FEBRERO) 

Sobre dos clases de ocasiones próximas de pecado.   



Punto 1°.- Aquellas que son peligrosas para todo el mundo; porque nos aproximan tan de cerca al crimen, y nos ponen de tal manera al alcance de cometerlo, que no podemos evitarlo sin una gracia muy particular de Dios y sin un esfuerzo extraordinario sobre nosotros mismos. Entonces es cuando estamos obligados a huir y evitar la ocasión. El que ama el peligro -dice el Salvador- perecerá en él. Notad que no dice: El que se encuentra en el peligro perecerá en él, sino el que lo ama y lo busca; porque hay peligros necesarios e inevitables; peligros anexos a nuestro estado, de los cuales podemos triunfar con el auxilio de la gracia sin poder sustraernos de ellos por la fuga.


Punto 2°.- Aquellas que no son peligrosas sino para nosotros, atendido a nuestras disposiciones personales, a nuestras inclinaciones particulares, a nuestro carácter y a nuestros hábitos. Tal ocasión no será una ocasión próxima para los demás, pero si lo es para vos. No digáis pues: ¿Por qué ser me ha de prohibir esto más bien que a otros muchos que no se hacen escrúpulo de ello, y que pasan por estar en los caminos de la piedad? Se os responderá, que sabéis por experiencia que ésa ocasión basta para haceros perder la gracia, y que siempre habéis sucumbido en ella y por esto debéis evitarla.  

Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento.
Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor.
Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder.
Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen.
Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción. 
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones.
Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor

No hay comentarios:

Publicar un comentario