miércoles, 3 de febrero de 2016

MEDITACIÓN XXXV (4 DE FEBRERO)

MEDITACIÓN XXXV
(4 DE FEBRERO)  
 
Sobre el ojo que escandaliza.




Punto 1°.- Se entiende por el ojo que escandaliza, toda ocasión que nos lleva al pecado. Si la buscáis, sucumbiréis a ella, 1°. Por vuestra debilidad que ya es demasiado grande, pero que aumenta aún por peligro de la ocasión. Eva no violo el mandamiento del Señor sino porque se acercó al árbol y que llevaba el fruto prohibido y porque quiso entrar en conversación con la serpiente. La seducción del discurso junto con la presencia del objeto, fácilmente triunfa de una virtud mal asegurada.

Punto 2°.- 2°. Por la substracción de las gracias de Dios. Si es el orden y la voluntad de Dios, si es el deber de vuestro estado el que os pone en la ocasión de pecar, camináis en seguridad porque el Señor está con vos. Mas si sois vos el que la buscáis, si es el gusto y la pasión la que os pone en ella no esperéis que Dios os acompañe y que esté cerca de vos: sino que retirará su mano omnipotente sin la cual no podéis sosteneros y caeréis en el abismo.


Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento.
Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor.
Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder.
Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen.
Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción. 
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones.
Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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