jueves, 18 de febrero de 2016

MEDITACIÓN L (19 DE FEBRERO)

MEDITACIÓN L
(19 DE FEBRERO)  

Sobre el estado de una alma que conserva todavía la gracia del bautismo.



Punto 1°.- Debe temer perderla. No se necesita más que un pensamiento, un deseo, una mirada, una palabra contraria a la ley de Dios, para arrebatarnos un bien tan precioso. Le llevamos, dice san Pablo, en vasos de barro. El pecado se presenta por todas partes a nuestro corazón, y toma mil formas diferentes para seducirnos. Por eso debéis siempre velad y siempre temed.   


Punto 2°.- Esta pérdida es difícil de reparar. 1°. La inocencia, una vez perdida nunca se repara perfectamente; se puede ser penitente; mas esta cualidad muestra que se ha dejado de ser justo: la herida es curada, mas queda la cicatriz. 2°. Es raro que un pecado una vez cometido no sea bien pronto seguido de otro: pues sería una ilusión el creer que puede prescribirse a sí mismo algunos límites en el mal y pecar, por decirlo así con peso y medida. ¿Qué hombre habrá bastante dueño de sí mismo para detener sus pasiones diciéndoles; Llegaréis hasta aquí pero no iréis más lejos? Tan luego como les cedamos un solo punto, nos hacemos más bien esclavos de ellas que estar en estado de mandarlas.   

Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor

No hay comentarios:

Publicar un comentario