MEDITACIÓN
LII
(21 DE FEBRERO)
Sobre el pecado de escándalo considerado
en aquellos que están especialmente obligados a edificar al prójimo por sus
buenos ejemplos.
Punto 1°.- Estos pecan más gravemente.
Y así un hombre público, un hombre constituido en dignidad, y a quien su rango
y su estado exponen continuamente a las miradas del mundo, peca más gravemente
que un particular por el escándalo de su conducta, porque la impresión que hace
es más fuerte, y los efectos de más trascendencia. Un padre y una madre que
inspiran a sus hijos desprecio por la religión y por sus santas prácticas; un
amo que hace a sus domésticos, testigos o cómplices de sus desordenes, son más
culpables que otros por el escándalo de sus discursos y de sus acciones porque
se sirven para de la ruina de las almas de un poder que Dios les ha dado sólo
para su edificación.
Punto 2°.- Están obligados a expiar su pecado por una reparación más
pública. Los pecados secretos pueden ser expiados por una penitencia secreta:
más cuando han sido públicos y escandalosos, no pueden ser ya reparados sino
por una penitencia conocida y pública. Es preciso que aquellos a quienes habéis
pervertido por vuestros malos ejemplos, aprendan de vos a arrepentirse de sus
pecados, así como han aprendido a cometerlos. ¡Ah! No todos los que os han
seguido en vuestros extravíos os imitaran en vuestra penitencia; pues más fácilmente
se encuentran imitadores y discípulos en el vicio que en la virtud; y siempre
os quedará que llorar amargamente sobre unos escándalos cuya reparación jamás será
enteramente perfecta.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento.
Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor.
Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder.
Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen.
Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones.
Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.
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