martes, 23 de febrero de 2016

MEDITACIÓN LV (24 DE FEBRERO)

MEDITACIÓN LV
(24 DE FEBRERO)

Sobre la edificación del prójimo.   



Punto 1°.- Es este un deber directamente opuesto al pecado de escándalo. Debemos edificar a todo el mundo, puesto que un cristiano está obligado a edificar a su prójimo por las buenas obras y por una práctica constante, regular y uniforme de todas las virtudes cristianas. Por esto llega a ser la luz del mundo; y así cumple este precepto de Jesucristo: Que vuestra luz resplandezca delante de los hombres, a fin de que viendo vuestras buenas obras glorifiquen a vuestro Padre que está en el cielo.   

Punto 2°.- Debemos temer el perder el mérito de la edificación por el amor de la vanagloria. Tened cuidado, dice el Salvador, no hagáis vuestras buenas obras delante de los hombres para que os miren; porque si os proponéis semejante fin perderéis todo el mérito. Hay aún ciertas obras particulares que la gracia puede inspiraros y que debéis ocultar a la vista de los hombres, por temor de que vuestro amor propio viéndose lisonjeado y satisfecho de la gloria que os redunda, no vaya a ser esta gloria frívola y pasajera vuestra única recompensa, sit eleemosina tua in abscondito. Así pues, hay obras que deben mostrarse a los hombres por la obligación de edificarlos, y otras que es conveniente ocultarles por temor de perdernos y destruirnos a nosotros mismos

Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad


Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor

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